El bosque encantado, un lugar donde la frontera entre la luz y la oscuridad se difumina, es el hogar de criaturas gigantes. Un día, en lo profundo del bosque, el rugido ensordecedor de un toro gigante rompió la quietud del bosque. Con un cuerpo musculoso y poderoso y unas facciones amenazantes, el toro se adentraba en las vastas praderas. Pero la llegada de una advocacia no invitada alteró el orden de esta tierra: una serpiente gigante con escamas tan duras como el acero, un cuerpo enorme enroscado como una cuerda de cáñamo y unos ojos penetrantes y mortales.
La pelea comenzó cuando la serpiente gigante se deslizó fuera de su guarida, agitando su enorme cuerpo como si quisiera atrapar a su oponente. El toro, con un rugido atronador, se lanzó hacia adelante a una velocidad increíble. Las dos criaturas cogiéndoselas se enredaron en una gran fuerza. El toro apuntó sus poderosas garras a las escamas de la serpiente, pero la serpiente, con sus movimientos ágiles, rápidamente la esquivó y se enroscó firmemente alrededor de su enemigo.
La lucha se prolongó durante horas, cada embestida, cada apretón y cada zarpazo hacía temblar el suelo bajo sus pies. La serpiente intentó constreñir a su enemigo, pero el toro, con su extraordinaria fuerza, siguió agitándose y estrechándose, aprovechando cada momento para sobrevivir. Finalmente, en un movimiento repentino e inesperado, el toro clavó su fuerza en el cuello de la serpiente, provocando que se retorciera de dolor y se encogiera gradualmente.
Cuando los últimos ecos del toro se desvanecieron, el bosque volvió a su estado original, dejando solo la imagen del toro de pie, orgulloso, sobre la serpiente de falange, con sus cuernos brillando con una luz radiante, como un legítimo rey del bosque encantado.